Primer Avance de la Novela El Imperio del Tránsito


Del Cuento a la Novela

La novela tiene su origen en el cuento El Rey Arturo de Hartmann y el Imperio del Tránsito, escrito en marzo de 2011 y publicado por Rogelio Villarreal en la Revista Replicante, en noviembre de ese año. La historia tuvo el propósito de seguir la afirmación de Ananda K. Coomaraswamy, siguiendo a Nichols, un crítico literario, respecto de la característica esencial de la literatura de mitos: “aportar el significado más profundo en la forma cotidiana más económica.” Mediante una historia famosa (el Rey Arturo), me propuse contar la trágica adolescencia y la tormentosa juventud de un protagonista, así como de la búsqueda de su reivindicación. Es uno de los textos que más he disfrutado escribir. El cuento tuvo buenas críticas de Agustín Aguilar y Ulises Castillo lectores asiduos de Carta Abierta Coltrane, blog que funcionó como taller de experimentación.

Pasaron nueve años hasta que la poeta Marcela Román lo leyó y compartió en un grupo de amigos; después me invitó a participar en una antología donde se incluirían algunos de mis cuentos, entre ellos El Rey Arturo de Hartmann y el Imperio del Tránsito. En una de las sesiones de trabajo, el editor Esteban Ascencio me hizo algunas observaciones respecto de los textos que propuse; palabras más, palabras menos, hubo una fundamental:

―Victor, le propongo retirar el texto de Arturo de la antología ―me dijo sin chistar―. Esa historia tiene muchas cosas que respondernos a quienes la hemos leído: ¿cómo es que se conectan las historias de uno de los editores de una gaceta cultural del siglo XXI, una mujer europea sabia y visionaria del siglo XII y un mago oriental acaso ficticio del siglo II?, ¿por qué el protagonista escucha La cabalgata de las Valquirias y no Parsifal de Wagner?, ¿a qué huelen las páginas de Hartmann o cómo se siente el sello de la casa Zähringen sobre los folios?, ¿qué encantos usó Morgana para seducir a Arturo y qué fue lo que discutieron en las escaleras del castillo? ―sus aspavientos sugerían una gran emoción― ¿¡qué tanto se dijeron Merlín y Arturo al discutir en aquella caverna!? Le propongo convertir ese texto en novela ―dijo recobrando la calma.

Aunque acepté de inmediato, hasta después varios días me cayó el veinte de las implicaciones de su propuesta. Cada decisión y compromiso inciden en las experiencias subsecuentes; modifican los focos de la curiosidad y los ritmos del azar; enriquecen lo planeado. Por poner un ejemplo, pensaba cómo describir cierto pasaje de la novela y decidí conocer las Grutas de San Sebastián en Oaxaca, pues una de las escenas más relevantes ocurre en una caverna; meses después, el azar me llevó a un lugar casi desconocido de la huasteca potosina, cerca de la comunidad La Trinidad. Durante el crepúsculo visité una cueva y un ojo de agua, encontrando silencios peculiares que me permitieron distinguir presencias invisibles, inmanentes, acaso parte de mi subconsciente. De ambas experiencias construí la atmósfera de un capítulo de la novela.

Si bien la realización del cuento requiere investigación literaria e histórica, éstas han sido más arduas para la novela. En ambos momentos recibí el consejo de José Arreola, especialista en temas de la cultura Celta, quien me sugirió la lectura del conjunto de textos galeses del siglo XI llamados Mabinogion, entre otros, para entender el origen de la narrativa del Rey Arturo y operar con mayor sentido histórico y literario los argumentos y escenarios ficticios. En el curso de la investigación fueron cambiando los planes; los estudios de expertos como Victoria Cirlot y Joseph Campbell en temas artúricos y de mitos, respectivamente, me ampliaron el panorama para mirar desde varios ángulos los aspectos literarios y los eventos históricos; para entender símbolos y significados insospechados. Para muestra dos botones: Joseph Campbell me proporcionó el cuerpo teórico del psicoanálisis para entender el ciclo o viaje del héroe en la cultura occidental, así como sus implicaciones sociológicas, y con base en ello mover con soltura al Rey Arturo de Hartmann. Por su parte, Victoria Cirlot me aportó una profunda y excepcional interpretación de la historia y simbología del Grial, lo cual enriqueció y embelleció el entendimiento de la saga artúrica; además, sus lecturas me llevaron a conocer a Hildegarda de Bingen, sabia y visionaria que de inmediato encontró un lugar en esta historia. Es importante mencionar a tres personas que me ayudaron a hacer posible la realización de la novela. Soledad Salcedo, quien me invitó a un proyecto que ha permitido financiarme estos atípicos meses de pandemia; Patricia Vázquez, quien me prestó su casa de descanso en Vista Hermosa, donde pude planear la logística de la investigación indispensable para la hechura de este proyecto y Alberto Muñoz, quien ha sido mi Lucas Corso en la obtención de diferentes materiales bibliográficos de muy difícil acceso digital.

En síntesis, la novela nos habla de esa inexorable, ríspida y tensa relación entre pasado y futuro, que solemos llamar presente, realidad, por pura convención.

La Trama

Bernardo Pérez Trillo, uno de los editores de la Gaceta del Fondo de Cultura Económica, valora un reportaje y un ensayo para la primera edición de 2007; tiene que elegir uno para su publicación. El reportaje llama poderosamente su atención, es sobre un libro de inicios del siglo XIII donado a la Universidad de Augsburgo por el Marqués de Baden Maximilian Andreas, también Duque de la otrora poderosa y fugaz Casa Zähringen; el ejemplar narra una versión inédita y diferente del Rey Arturo. Por su parte, el ensayo de René Guénon, de 1909, es el primero acerca del Demiurgo, esa poderosa e inasible fuerza que nos ata a la ilusoria realidad. Desde el punto de vista editorial, la pertinencia y exquisitez del libro medieval lo hacen más relevante para la Gaceta; Bernardo lo sabe. A contracorriente suya y en un arrebato, resuelve recomendar la publicación del ensayo. Egoísta y secretamente continúa recabando más información; incluso a nombre del FCE contacta a Rudolph G. Müller, autor del reportaje que tanto lo obsesiona, con la finalidad de obtener toda su investigación y, de ser posible, una copia del libro de Hartmann.

Luego de hacerse acreedor a una llamada de atención y ser separado de su cargo por el uso indebido de atribuciones institucionales, continúa su obstinada búsqueda en las sesiones de psicoanálisis con su terapeuta. Al cabo de varios meses, sorprendido y descorazonado, Bernardo descubre el motivo por el cual ese libro, esa versión diferente del Rey Arturo, lo obsesiona tanto.

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